Las mujeres embarazadas son actualmente consideradas una población vulnerable. La probabilidad de una mujer embarazada de presentar complicaciones es 1.65 veces mayor en caso de muerte, 2 veces mayor para neumonía severa y 2.25 veces mayor para admisión a terapia intensiva. Sabemos también que la edad no es un factor protector en la mujer embarazada y que aquellas pacientes jóvenes tienen tanto riesgo como aquellas de edad más avanzada.
Por otra parte, las vacunas existentes tienen efectos dramáticos al evitar enfermedad severa por COVID-19 y hasta ahora no existen tratamientos efectivos para curar la enfermedad por COVID-19. En diciembre de 2020 se concedió la autorización de uso de emergencia de la vacuna por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA), sin embargo, las mujeres embarazadas fueron excluidas de los ensayos clínicos. No obstante, se justifica extrapolar un tratamiento a otra población en la cual no fue estudiada de manera directa o incluso utiizar un tratamiento bajo vigilancia estrecha cuando solo viene de estudios observacionales, si el efecto de este tratamiento es dramático (mayor al 40%) y si no hay riesgo potenciales en su uso.